
Un fin de semana como otro cualquiera, mientras rodamos con nuestra bicicleta de montaña, llegamos a un cruce en el camino tras muchos kilómetros de pedaleo. Por un lado, tenemos la opción de volver al camino que nos llevará a casa. Por el otro, tenemos esa cuesta imposible que nos acelera el pulso con solo mirarla. Tras una breve reflexión y un suspiro, iniciamos el terrible ascenso sabiendo que va a doler mucho...